William Shakespeare
INTRODUCCIÓN
Mucho ruido por nada pertenece también a lo que alguien describió como la guerra de los sexos según Shakespeare, quizá con menos secretos, pero asimismo con curiosísimas zonas de claroscuro. Es comedia escrita hacia 1598-1599, y estrenada sin duda antes de que terminara el siglo. Los estudiosos la consideran como remate del período juvenil shakesperiano.
Su asunto es doble, dos parejas de enamorados enredadas en equívocos que al fin, claro está, que se resuelven en…….; quien sabe en que situación; pues permítanme queridos lectores que lo descubramos en la escena final de esta fabulosa obra literaria de Shakespeare. Las dos líneas argumentales se entrecruzan sin cesar generando una multitud de situaciones poco claras que hacen que todo el mundo se confunda, que se equivoque al juzgar a los demás y a menudo a juzgarse a sí mismo.
En la pareja que forman Claudio y Hero, la historia es más grave y dramática porque andan por medio la honra y la calumnia, y hay incluso un simulacro de muerte, como el de Julieta. El responsable es un villano negrísimo, el bastardo don Juan, que es una figura de repertorio que sólo interviene para provocar gratuitamente el mal, y luego huye hasta que al término de la obra se nos informa que ha sido capturado.
Todo eso, que procede de obras italianas ( Bandello y Ariosto), tiene una mecánica un poco tosca, y en la comedia no faltan episodios mal ligados e incongruencias, como el papel de la criada Margarita, no se sabe hasta qué punto inocente en el coloquio nocturno que se prestará a calumniosas interpretaciones.
La peripecia es movida, aunque si mucho cuidado por parte del autor, pero sus protagonistas tienen una rigidez poco atrayente; ambos son víctimas de circunstancias, ella está a punto de morir, él de batirse en duelo, se desesperan, su vida parece destrozada, pero nos interesamos más por lo que les ocurre que por ellos mismos; la visión es exterior, y ninguno de los dos va a pasar a la galería inmortal de las inolvidables invenciones de Shakespeare. La segunda intriga, la de los Amores de Benedicto y Beatriz, es mucho trepidante, y se limita a un caso puramente psicológico visto con mucho humor; y aquí no interviene ninguna maldad, todo lo contrario, el Deus ex Machina es una especie de conjura con buen fin destinada a unir a un solterón impenitente y a una «doña Desdenes» muy viva de genio.
Y no obstante, frente al acusado convencionalismo de la otra pareja, Benedicto y Beatriz despiertan una gran simpatía, y aunque en el fondo no les suceda nada terrible ni espectacular, no nos cansamos de asistir a sus trifulcas; éstas constituyen todo su papel, empiezan ya en el primer acto, cuando aparecen en escena, y concluyen, después de admitir su ……. ……., al pie del ……., cuando él le cierra la ……. con un …….
Son dos excelentes personajes de cuerpo entero, muy bien sostenidos a lo largo de toda la comedia, y sus enfrentamientos, como suele decirse, echan chispas, son divertidos duelos verbales (al parecer inspirados en el Cortesano de Castiglione) que dan humor y brío a una trama general que es posible que el propio Shakespeare no se tomase demasiado en serio.
Beatriz, la del «orgullo virginal», de «ánimo tan esquivo y salvaje como el halcón de las rocas», cae en seguida en la treta amistosa que le tienden, cae con una rapidez que nos hace pensar que eso es precisamente lo que deseaba creer, aunque no renuncia por ello a su afilada lengua. Estupendo personaje, aún con más fuerza y colorido que el de su galán, es una magnífica creación que tiene que ver con otros caracteres femeninos del teatro de Shakespeare.
Menos relieve posee el príncipe casamentero, don Pedro, empeñado en entrometerse en todo para hacer felices a sus súbditos, pero en cambio el dramaturgo da a los cómicos un papel más destacado de lo que en principio parece van a tener. Las figuras de los alguaciles son como bufones redimidos por su gracia y su simpatía, en cierto modo como don Adriano en la comedia Trabajos de amor perdidos, que empieza como caricatura y se va humanizando hasta adquirir vida de veras.
En Mucho ruido por nada, Cornejo _ que habla de un modo ingenuamente disparatado_ y Agraz cumplen muy bien su función de bufones, divierten y hacen reír, pero además demuestran su eficacia contribuyendo a resolver el enredo, solucionando el problema al aportar pruebas de la inocencia de Hero.
Después de tantas zozobras, como ya nos previene el título, resulta que aquí no ha pasado nada, y exceptuando al perverso bastardo, que recibirá su castigo (lo cual no nos conmueve porque más que un personaje es una pura necesidad argumental, una abstracción que se dedica a la calumnia porque sí), todos serán …….
Todo acabará …….: la mentira maligna … ……., la mentira con buen fin va a conducir a …… ……., y en ese juego de apariencias engañosas, o, mejor dicho amañadas de buena o mala fe, triunfará la verdad de la ……. y el ……. Shakespeare aquí no aspira a grandes cosas, sólo a darnos un divertimiento intrascendente en el cual la sala tiene más sabor que la comida.
Traducción: Carlos Pujol
Palabras escondidas en la introducción: La autora de este blog.
MUCHO RUIDO POR NADA
PERSONAJES
DON PEDRO, Príncipe de Aragón
DON JUAN, su hermano bastardo
CLAUDIO, joven señor de Florencia
BENEDICTO, joven senor de Padua
LEONATO, Gobernador de Messina
ANTONIO, hermano suyo
BALTASAR, del séquito de don Pedro
CONRADO y BORRACHIO: acompañantes de don Juan
FRAY FRANCISCO
CORNEJO, alguacil
AGRAZ, corchete 1
UN ESCRIBANO 2
UN MUCHACHO
HERO, hija de Leonato
BEATRIZ, sobrina de Leonato
MARGARITA Y ÚRSULA: damas de compañía de Hero
Mensajeros, Guardias, Gente de séquito, {Músicos},etc.
{La acción, en Messina}
1 El original Verges parece una forma anticuada de verjuice.
2 A Sexton, dice el original, que sería, más literalmente, «un sacristán», » un enterrador «, pero de hecho actúa sólo como escribano.
ACTO PRIMERO

ESCENA PRIMERA
(Entran Leonato, Gobernador de Messina, su mujer Innogen, 3 su hija Hero, y su sobrina Beatriz con un mensajero.)
LEONATO. Por esta carta me entero de que don Pedro de Aragón llegará esta noche a Messina.
MENSAJERO. Ya está muy cerca a estas horas: no estaba a tres leguas cuando le dejé.
LEONATO. ¿Cuántos caballeros habéis perdido en esta acción?
MENSAJERO. Pocos, en total, y ninguno de alto rango.
LEONATO. Una victoria lo es doblemente cuando el vencedor vuelve a casa con sus fuerzas completas. Aquí veo que don Pedro ha concedido muchos honores a un joven florentino llamado Claudio.
3 Este personaje, que no habla, reaparece sólo al comienzo del Acto II. Quizá es sólo un vestigio de otra versión de la obra : ni siquiera se incluye en el reparto.
MENSAJERO. Muy merecidos por su parte, e igualmente recordados por don Pedro: se portó mejor de lo que prometía su juventud, cumpliendo hazañas de león en figura de cordero. Desde luego, ha superado las esperanzas de modo superior a lo que podéis esperar que yo os diga.
LEONATO. Tiene un tío aquí en Messina, que se alegrará mucho de ello.
MENSAJERO. Ya le he entregado cartas, y se echa de ver tanta alegría en él, tanta, que la alegría no ha podido mostrarse bastante modesta sun una señal de amargura.
LEONATO. ¿Has prorrumpido en lágrimas?
MENSAJERO. En gran medida.
LEONATO. ¡Tierno rebose de cariño!. No hay rostros más sinceros que los que así se bañan. ¡Cuánto mejor es llorar de alegría, que alegrarse de llorar!
BEATRIZ. Por favor, el signor Estoque4 ¿ha vuelto de la guerra o no?
MENSAJERO. No conozco a nadie que se llame así señora; no había en el ejército ninguno de ese nombre.
4 En el original Mountanto, por juego con mountant, una forma de estocada en la esgrima.
LEONATO. ¿ Por quién preguntas, sobrina?
HERO. Mi prima quiere decir el signor Benedicto, de Padua.
MENSAJERO. Ah, ha vuelto, y tan agradable como era.
BEATRIZ. Aquí en Messina puso carteles desafiando a Cupido a tirar al arco, y el bufón de mi tío, al leer el reto, firmó por Cupido y le desafió a tirar el cuadrillo. 5 Por favor, ¿ a cuántos ha matado y se ha comido en esta guerra? ¿Cuántos ha matado? Pues, desde luego, yo había prometido comerme todo lo que él matara.
LEONATO. A fe, sobrina criticas demasiado al signor Benedicto, pero él se desquitará contigo, no lo dudo.
MENSAJERO. Señora, se ha portado muy bien en esta guerra.
BEATRIZ. Teníais víveres mohosos, y él os ha ayudado a coméroslos: es un hombre valiente para trinchar, tiene buenas tripas.
MENSAJERO. Y es un buen soldado también señora.
BEATRIZ. Y un buen soldado también para una señora, pero ¿qué es para una señora?
5 No hay acuerdo sobre el sentido del chiste de Beatriz.
MENSAJERO. Un señor para un señor, un hombre para un hombre, lleno de todas las virtudes honrosas.
BEATRIZ. Eso es, leno y relleno; no es más que un hombre relleno, pero en cuanto al relleno… bueno, todos somos mortales.
LEONATO. No debéis malentender a mi sobrina, señor: Hay una especie de guerra de bromas entre el signor Benedicto y ella: nunca se encuentran sin que haya una escaramuza de ingenio entre ellos.
BEATRIZ. Ay, él no saca nada de eso: en nuestro último encuentro, cuatro de sus cinco sentidos 6 salieron renqueando, y ahora todo él está gobernado por uno solo, de modo que si tiene bastante sentido para conservarse caliente, que lo conserve como diferencia entre él y su caballo, pues toda la riqueza que le queda para ser conocido como criatura racional. ¿ Quién es ahora su compañero ? Cada mes tiene un nuevo hermano jurado.
MENSAJERO. ¿Es posible?
BEATRIZ. Muy fácilmente posible: gasta su fidelidad igual que la forma de su sombrero, que cambia al cambiar de mollera.7
MENSAJERO. Señora, veo que ese caballero no está en vuestros libros de devoción.
6 Los clásicos: sentido común, imaginación fantasía, juicio y memoria.
7 Hay un juego con block, «horma de sombrero» y «tonto».
BEATRIZ. No, y si lo estuviera, quemaría mi estudio. Pero, por favor, ¿quién es su compañero?
¿No hay ahora ningún joven espadachín que quiera hacer un viaje con él al diablo?
MENSAJERO. Va sobre todo en compañía del nobilísimo Claudio.
BEATRIZ. Ah, Señor, se le pegará como una enfermedad; se le coge antes que la peste, y el contagiado se vuelve en seguida loco. Dios proteja al noble Claudio; si se ha contagiado de Benedicto, le costará mil libras curarse.
MENSAJERO. Conservaré vuestra amistad, señora.
BEATRIZ. Hacedlo, buen amigo.
LEONATO. Tú nunca te volverás loca, sobrina.
BEATRIZ. No, mientras no haga calor en enero.
MENSAJERO. Se acerca don Pedro.
(Entran don Pedro, Claudio, Benedicto, Baltasar y don Juan el bastardo.)
DON PEDRO. Buen signor Leonato, ¿salís al encuentro de vuestra molestia? La moda de mundo es evitarla, y vos salís a buscarla.
LEONATO. Nunca a llegado a mi casa una molestia en semblanza de Vuestra Alteza, pues cuando se va la molestia habría de quedar el consuelo, pero cuando vos os separáis de mí, permanece la tristeza y se despide la felicidad.
DON PEDRO. Demasiado de buena gana abrazáis vuestra carga. Supongo que ésta es vuestra hija.
LEONATO. Eso me ha dicho muchas veces su madre.
BENEDICTO. ¿Lo dudabais, señor, que se lo preguntasteis?
LEONATO. No, signor Benedicto, pues entonces vos erais un niño.
DON PEDRO. ¡Tocado, Benedicto! Por ello podemos suponer lo que sois al ser hombre. De veras, la dama reconoce a su padre por sí misma. Estad contenta, señora, pues os parecéis a un padre honorable.
BENEDICTO. Aunque el signor Leonato sea su padre, por mucho que se le parezca, ella no querría tener la cabeza de su padre sobre sus propios hombros por toda Messina.
BEATRIZ. Me extraña que sigáis hablando, signor Benedicto; nadie os hace caso.
BENEDICTO. ¡Qué, mi querida señora Desdén!. ¿Todavía seguís viviendo?
BEATRIZ. ¿Es posible que muera el Desdén cuando tiene tan buen alimento con que nutrirse como el signor Benedicto? La misma cortesía se cambiaría en Desdén si os pusierais en su presencia.
BENEDICTO. Entonces las cortesía es una cambia casas, pero lo cierto es que soy amado de todas las damas, exceptuando sólo a vos; y querría hallar en el fondo de mi corazón que no tengo un corazón duro, pues en verdad yo no amo a ninguna.
BEATRIZ. ¡Preciosa felicidad para las mujeres! Si no, se habrían visto molestadas por un pretendiente pernicioso. Doy gracias a Dios y a mi sangre fría: en eso soy de vuestro mismo humor que preferiría oír a mi perro ladrando a una corneja antes que a un hombre jurando que me ama.
BENEDICTO. Dios conserve siempre a vuestra señoria con ese modo de pensar, para que algún caballero escape a la predestinación de una cara arañada.
BEATRIZ. Los arañazos no podrían empeorarla si fuera una cara como la vuestra.
BENEDICTO. Bueno sois una rara maestra de loros.
BEATRIZ. Un pájaro con mi lengua es mejor que una bestia con la vuestra.
BENEDICTO. Me gustaría que mi caballo tuviera la velocidad de vuestra lengua y tan largo aliento. Pero tirad por vuestro camino, en nombre de Dios: yo he acabado.
BEATRIZ. Siempre acabáis con una mala pasada de jamelgo; os conozco hace mucho tiempo.
DON PEDRO. Eso es la suma de todo, Leonato. signor Claudio y signor Benedicto, mi querido amigo Leonato os ha invitado a todos: le he dicho que nos quedaremos aquí un mes, y él se promete de todo corazón algún motivo para retenernos más. Me atrevo a jurar que no es nigún hipócrita, sino que lo pide de corazón.
LEONATO. Si juráis, senor, no seréis perjuro. [A don Pedro.] Permitidme daros la bienvenida señor; estando reconciliado con el Príncipe vuestro hermano, os debo todo homenaje.
JUAN. Gracias; no soy de muchas palabras, pero os doy las gracias.
LEONATO.¿Vuestra Alteza quiere abrir la marcha?.
DON PEDRO. La mano, Leonato; iremos juntos. (se van. Quedan Benedicto y Claudio.)
CLAUDIO. Benedicto, ¿te has fijado en la hija del signor Leonato?
BENEDICTO. No me he fijado, pero la he mirado
CLAUDIO. ¿No es una damita modesta?
BENEDICTO. ¿Me lo preguntas como hombre leal, para que diga mi sencilla opinión sincera, o quieres que hable conforme a mi costumbre, como declarado tiranizador de su sexo?
CLAUDIO. No, por favor, habla con juicio en serio.
BENEDICTO. Pues, a fe, me parece demasiado humilde para una alabanza elevada, demasiado oscura para una alabanza clara, y demasiado pequeña para una alabanza grande. Éste es el único encomio que puedo concederle: que, si fuera otra de la que es, no sería bella, y no siendo otra sino la que es, no me gusta.
CLAUDIO. Crees que estoy en broma: por favor, dime de veras qué te parece.
BENEDICTO. ¿La vas a comprar, que preguntas sobre ella?
CLAUDIO. ¿Se puede comprar tal joya, ni por el mundo entero?
BENEDICTO. Sí y un estuche en que ponerla. Pero ¿lo dices esto con cara seria, o eres un bromista, que dices que Cupido es un buen batidor de liebres y Vulcano un exquisito carpintero?8 Vamos, ¿en qué tono tiene tono tiene que ponerse uno para cantar contigo?
CLAUDIO. A mis ojos, es la más dulce dama que jamás he visto.
BENEDICTO. Yo veo todavía bien sin lentes, y no veo tal cosa: ahí está su prima, que si no estuviera poseída por una furia, la superaría tanto en belleza como en primero de mayo al último día de diciembre. Pero espero que no tendras, intenciones de volverte marido, ¿no?
CLAUDIO. Aunque hubiera jurado lo contrario, apenas me fiaría de mí mismo si Hero huero mi mujer.
8 Porque Cupido es ciego y Vulcano es herrero.
BENEDICTO. ¿A esto ha llegado? A fe, ¿no tiene el mundo un solo hombre que lleve el gorro con sospechas? 9 ¿No veré jamás un soltero de sesenta años? Vamos allá, a fe, si por fuerza tienes que meter el cuello en un yugo, lleva su marca encima y pasa los domingos en suspiros.
Mira, don Pedro ha vuelto a buscarte.
(Entra don Pedro)
DON PEDRO. ¿Qué secreto os ha retenido aquí, que no habéis seguido a Leonato?
BENEDICTO. Querría que vuestra Alteza [no] me obligara a decirlo
DON PEDRO. Te lo mando por tu felicidad. 10
BENEDICTO. Ya lo oyes conde Claudio: yo puedo tan reservado como un mundo, querría que lo pensarais así, pero es por mi fidelidad, fíjate en eso, por mi fidelidad. Éste está enamorado.
¿De quién? Ahora eso es lo que tiene que decir vuestra Alteza. Fijaos qué breve es su respuesta: de la hija pequeña de Leonato, Hero.
CLAUIDIO. Si así fuera, así se habría dicho.
BENEDICTO. Como el cuento viejo, señor: «No es así, no fue así; no quiera Dios que sea así». 11
9 De cuernos.
10 On thy allegiance, fórmula de mandato absoluto de rey, que no cabía desobedecer sin caer en traición.
11 Se alude al viejo cuento de Mr. Fox _ un Barba Azul_, que negaba haber matado a una mujer, cuando se lo contaban como si hubiera sido un sueño, hasta que le pusieron delante la mano de la víctima.
CLAUIDIO. Si mi pasión no cambia pronto, no quiera Dios que sea de otra manera.
DON PEDRO. Amén, si la queréis, pues la dama es muy digna.
CLAUDIO. Lo decís para enredarme, señor.
DON PEDRO. Palabra, digo lo que pienso.
CLAUDIO. Y a fe, señor, yo también digo lo que pienso.
BENEDICTO. Y por mis dos fes y por mis dos palabras, señor, yo he dicho lo que pienso.
CLAUDIO. Que la quiero, lo noto.
DON PEDRO. Que ella lo merece, lo sé.
BENEDICTO. Que yo ni noto cómo habría de ser querida, ni sé, cómo habría de merecerlo, es la opinión ni el fuego puede arrancarme de derretida. Moriré con ella en la hoguera.
DON PEDRO. Siempre has sido un hereje obstinado contra la belleza.
CLAUDIO. Y nunca ha podido mantener su papel, sino por la fuerza de su voluntad.
BENEDICTO. Que una mujer me haya concebido, se lo agradezco; de que me haya criado, le doy las más humildes gracias: pero que vaya a soplar el cuerno de caza en mi frente o colgarlo en una bandolera invisible, me tendrán que perdonar todas las mujeres. Porque no quiero hacerles el agravio de desconfiar de ninguna, me haré a mí mismo la justicia de no confiar en ninguna: y la conclusión (que me hace más ilusión) 12 es que viviré soltero.
DON PEDRO. Antes de que muera, ya te veré pálido de amor.
BENEDICTO. De cólera, de enfermedad, o de hambre señor; no de amor. Si alguna vez demostráis que pierdo más sangre por el amor de la que puedo recuperar bebiendo, sacadme los ojos con una pluma de autor de romances, y colgadme a la puerta de un burdel como muestra: «al Ciego Cupido.» 13
DON PEDRO. Bueno, si alguna vez te conviertes de esa fe, resultarás un notable argumento.
BENEDICTO. Si así lo hago, colgadme en una botella, como un gato, y tiradme flechas , y al que me de dadle palmadas en el hombro y llamadle Adán. 14
DON PEDRO. Bueno, ya lo pondrá a prueba el tiempo: «Con el tiempo el villano a la melena _obliga al toro que la frente eriza…» 15
12 En el original se juega con fine, en sentido de «conclusión», y finer , «mejor».
13 Era la muestra burdeles.
14 Para tirar al blanco con arco, se solía colgar un gallo en un cesto. «Adán» alude a Adam Bell, un excelente arquero casi legendario.
15 Se trata de un verso de la «Tragedia española», de Kyd, el drama más famoso de la época; este verso procede a su vez de la HECATONPATHIA de WATSON, en lo cual a su vez lo había tomado de un soneto italiano de PANFILO SASSO, muy imitado entre otros por LOPE de VEGA , de cuya versión damos aquí los dos primeros versos.
BENEDICTO. El toro salvaje, quizá, pero si alguna vez el racional Benedicto soporta la melena del yugo arrancadle los cuernos al toro y ponedlos en mi frente, y pitadme vilmente y escribiendo con letras grandes, como cuando escriben «Aquí se alquila un buen caballo», que pongan debajo de mi retrato: «Aquí veis a Benedicto, el hombre casado.»
CLAUDIO. Si eso ocurre alguna vez, te volverás loco como una cabra. 16
DON PEDRO. No, si Cupido no ha gastado todos sus dardos en Venecia, 17 pronto temblarás por ello.
BENEDICTO. Entonces miraré si hay terremoto.
DON PEDRO. Bueno, ya contemporizarás con las horas. Mientras tanto buen signor Benedicto, acude a ver a Leonato, preséntale mis obsequios, y dile que mo faltaré a cenar con él, pues, desde luego, ha hecho grandes preparativos.
BENEDICTO. Casi tengo en mí bastante sustancia para una embajada así, de modo que os encomiendo …
CLAUDIO.…. A la protección de Dios. Desde mi casa (si la tuviera)…
DON PEDRO. Seis de julio; vuestro cordial amigo Benedicto.
16 Sustituimos el juego original HORN- MAD, «loco de remate», con su alusión a HORN, «cuerno».
17 Venecia tenía fama de ciudad de numerosas cortesanas.
BENEDICTO. Ea, no os burléis, no os burléis. el cuerpo de vuestro discurso está un tanto guarnecido de citas y, las guarniciones tampoco están bien asentadas. Antes de seguiros burlando de las viejas fórmulas, examinad vuestra conciencia, y con eso, os dejo. (se va.).
CLAUDIO. Señor, vuestra Alteza podría hacedme ahora un favor.
DON PEDRO. Mi afecto es tuyo, para que me enseñes; enséñame solamente cómo, y verás qué dispuesto está a aprender cualquier lección difícil que te haga un favor.
CLAUDIO. Señor, ¿tiene algún hijo Leonato?.
DON PEDRO. No tiene más hijos que Hero; ella es su única heredera. ¿La quieres, Claudio?.
CLAUDIO. Ah señor, cuando partisteis hacia esta guerra ahora terminada, yo la miré con ojos de soldado, que gustaron de ella, pero tenían entre manos una tarea más áspera que llevar ese afecto al nombre de amor. pero ahora he vuelto, y esos pensamientos de guerra han dejado vacíos sus sitios: en sus lugares surgen multitudes de blandos deseos delicados, todos sugiriéndome qué bella es la joven Hero, y diciéndome que me gustaba antes de irme a la guerra.
DON PEDRO. Enseguida vas a ser como un amador, cansando al oyente con un libro de palabras. Si amas a la bella Hero, cultívalo, y yo se lo daré a conocer a ella y a su padre, y la conseguirás. ¿No era para ese fin para lo que empezaste a urdir tan linda historia?.
CLAUIDIO. ¡Qué dulcemente hacéis de ayudante del amor, que conocéis el dolor del amor por su cara! Pero para que mi deseo no parezca demasiado repentino, querría haberle hecho la salva con más larga disertación.
DON PEDRO. ¿Qué necesidad hay de que el puente sea más ancho que el río?. La mejor concesión es la de lo necesario. Mira, lo que sirve, es adecuado. De una vez para todas tú amas y yo te proveeré con el remedio. Sé que esta noche tendremos una fiesta. Yo asumiré tu papel con algún disfraz y diré a la bella Hero que soy Claudio, y abriré en su seno mi corazón, haciendo prisioneros sus oídos con la fuerza y la recia acometida de mis amorosas palabras. Luego se lo diré a su padre, y la conclusión es que ella será tuya.
Pongámoslo en práctica en seguida. (se van.)
ESCENA II
[En casa de Leonato]
(Entran Leonato y Antonio, viejo, hermano de Leonato.)
LEONATO. ¿Qué hay, hermano? ¿Dónde está mi sobrino, tu hijo? ¿Ha procurado esa música?
ANTONIO. Está muy ocupado en ello, pero, hermano, puedo contarte extrañas noticias que ni has soñado.
LEONATO. ¿Son buenas?
ANTONIO. Según las contraseñe el resultado, pero tiene buena presentación. Se muestra bien por fuera. Cuando el Príncipe y el conde Claudio paseaban por un espeso emparrado de mi jardín, un criado mío les oyó hablar así: El Príncipe descubría a Claudio que amaba a mi sobrina, tu hija, y pensaba reconocerlo esta noche en el baile, y, si la encontraba a ella de acuerdo, pensaba agarrar la ocasión por los pelos y manifestároslo al instante.
LEONATO. ¿Está en su juicio el hombre que te contó eso?
ANTONIO. Es un buen hombre muy listo; mandaré a buscarle y tú mismo le preguntarás.
LEONATO. No, no, lo consideraremos como un sueño hasta que se manifieste, pero se lo haré saber a mi hija, para que esté mejor preparada para la respuesta, si por casualidad esto es cierto. Ve tú a decírselo.
(Entran unos parientes.)18
Sobrino, ya sabes lo que tienes que hacer. Ah, te pido perdón, amigo; ven conmigo y usaré tu habilidad. Buen sobrino, ocúpate de este tiempo atareado. (Se van).
18 En ediciones posteriores, se explica: «Entra el hijo de Antonio, seguido de un músico», pero no se justifica la existencia de este hijo de Antonio.
Queridos lectores/as en 6 días y a la misma hora, les avanzaré las siguientes escenas. Les invito a que experimenten junto a sus amistades y o familiares recrear este divertido guion de teatro; tan solo han de elegir el personaje o personajes que más les guste e igualmente los demás participantes. Si os rotáis por escenas os resultará más sencillo pero igualmente divertido. Yo en mi hogar es lo que hice y resulto muy divertido, tanto que continuamos con otras obras de William Shakespeare. Hagan participes también a los peques de casa; aconsejo a partir de 10 años para que obtengan una mayor compresión de lenguaje y literatura a la vez de darles la oportunidad de nutrirse de cultura y literatura. Sencillamente en mi caso es menor pero su nivel cultural y literario es muy alto y que mejor que ayudarle a conocer más y correctamente la importancia de alimentar la mente y el alma también de la magia de la literatura a lo largo de los siglos junto a la cultura.
Felices vacaciones compañeros/as. Seguidme aquí; pues os merecéis tener la oportunidad de sembrar nuevas semillas en vuestros caminos en el cual os iré mostrando como desde el inicio de este mi blog. A pesar de las espinas que poseen nuestras rosas en nuestro sendero hiriéndonos profundamente, desgarrando nuestros corazones e inundando nuestras mentes de miedos impuestos por la sociedad. La mente humana es tan poderosa como nuestro universo y desde la verdad y con las herramientas adecuadas podemos eliminar todas y cada una de las cadenas que hemos adquirido en gran mayoría inconscientemente.
No os causará molestia alguna el registrar vuestro correo, incluirme en vuestra agenda y cada artículo os llegara antes de verlo publicado en cualquier red social y de modo integro.
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