
El lado oscuro de los analgésicos
La nueva biomedicina busca alternativas para paliar el dolor. Existen pocos medicamento contra este suplicio y los más fuertes, los opioides, producen adicción y, a veces, incluso pueden amplificar los dolores, al menos es lo que veo cada día cuando atiendo a mis pacientes (Eva María, autora de este blog). Ahora pasemos a leer lo que dicen los médicos.
La alarma más pesada.
Los pacientes que no sienten dolor por el bloqueo de algunos canales neuronales presentan tasas elevadas de mortalidad precoz, sobre todo por automutilación y fracturas repetitivas. Este signo es, pues, algo necesario, pero a su vez una de las mayores fuentes de incomodidad.
Al conjunto de áreas cerebrales que se activan cuando se experimenta la sensación, según se ha visto con resonancia magnética funcional, se lo llama matriz del dolor, y son tantos los receptores que forman parte de este circuito como formas de abordar el síntoma. A pesar de eso, no solo hay pocas opciones terapéuticas para atajarlo, sino que las existentes provocan problemas.
El último lo ha puesto sobre la mesa otro artículo publicado en Science, y se trata de un fenómeno bautizado como hiperalgesia inducida por opioides. Se trata de una paradoja que solo se da en una de las familias de medicamentos más utilizadas, los derivados del opio. Consiste en que en lugar de aplacarse el dolor, se amplifica. Estas sustancias lo hacen cambiando la señalización en el sistema nervioso central, y eso implica que el organismo pasa a ser más sensible a los estímulos dolorosos. Como consecuencia, una persona que use estos medicamentos Vera que cada vez le hacen menos efecto y, por ello, aumentará la cantidad consumida.
Vacuna anti dependencia
Jiaren Mao, investigador del Hospital General de Massachusetts, en Boston, compara la hiperalgesia con otra situación que resultaría chocante: que los antidiabéticos aumentarán el azúcar en sangre. Los expertos creen que el fenómeno podría ser uno de los factores que explican la epidemia de opioides registrada en Estados Unidos, que ha llevado a la Administración de Alimentos y Medicamentos estadounidense (FDA, por sus siglas en inglés) a tomar medidas para su control. En 2015, la sobredosis de estas sustancias mataron a más gente que las armas o los accidentes de tráfico.
El problema es tan preocupante que no solo se trabaja en el desarrollo de alternativas a su consumo, sino en estrategias que, administradas a la vez, puedan evitar la adicción y la sobredosis. En el Instituto de Investigación Scripps, en La Jolla (California, EE. UU.), han desarrollado una vacuna anti opioides que, de momento, evita la dependencia en ratones, según informa la revista ACS Chemical Biology. En resumen de dicho artículo publicado: los investigadores comprobaron que el bloqueo farmacológico se mantenía entre dos y cuatro meses y se conseguía también proteger de la sobredosis del medicamento: los animales vacunados eran menos proclives a fallecer ante la inyección de una cantidad muy elevada de algunos de los opioides más utilizados.
Según la doctora Concha López, jefa de la Unidad del Dolor del Hospital La Princesa de Madrid y portavoz de la Sociedad Española del dolor (SED), » la situación en España no tiene nada que ver», » antes de prescribir los hay que tener claro que el paciente los necesita y no presenta otras adicciones, y han de combinarse con otras terapias, como las técnicas de radiofrecuencia y la estimulación de la médula».
Un documento del Ministerio de Sanidad sobre la utilización de opioides en España entre 1992 y 2006 pone de manifiesto el aumento de consumo y el peligro potencial que supone:
«Esta medicación, considerada estupefaciente, se asocia con fenómenos de Dependencia y plantea problemas de salud pública que exigen regular su prescripción».
De la morfina al fentanilo.
Los opioides son fármacos muy antiguos, pero en el último cuarto del siglo XX se presentaron nuevas moléculas o fórmulas de administración que, entre otras, ayudaban a un uso más racional de los mismos. Los grandes éxitos de este desarrollo fueron la aparición en 1988 de una morfina de liberación sostenida para tomar por vía oral, del tramadol en 1992 y de los parches de fentanilo en 1998.
El informe de Sanidad pone de manifiesto la escasez de alternativas terapéuticas para el dolor; en el último año analizado, 2006, solo dos principios activos -el fentanilo y el tramadol- presentaron el 86% del total de los opioides en España.
Otro informe sobre prácticas seguras en el manejo de estos fármacos apunta que el hiperconsumo que se ha registrado en la última década responde a una razón polémica. Mientras que hay consenso científico sobre los fundamentales que resultan para tratar el dolor agudo, el quirúrgico y el crónico producido por un cáncer, no lo hay tanto en cuanto a su papel en el dolor crónico no oncológico. Esta modalidad incluye dolores tan frecuentes como los de espalda y cuello, y preocupa que se traten con estos fármacos tanto por la efectividad que puedan presentar como por su seguridad a largo plazo punto lo curioso es que el aumento del consumo de opioides, que se multiplicó nada menos que por doce entre 1992 y 2006, se debe sobre todo al uso en estas indicaciones.
Realidad social he visto de modo profesional como estos parches ocasionan trastornos respiratorios graves y crónicos arrastrando al paciente a una vida miserable, este es el síntoma que más he visto, se repite junto con que realmente no son efectivos para la afección concreta diagnosticada. Por otro lado una vez recetado el tratamiento por parte del médico, lo continúa de modo perenne una enfermera. Desde luego que así es como funciona el sistema sanitario en la ciudad del Maresme de Barcelona (éramos pocos y parió la abuela). La gestión del hospital publico lo lleva integro el gobierno del PP desde Madrid. Es más, a estos pacientes se les presiona psicológicamente para que ingresen en residencias geriátricas, las cuales son en su totalidad de los ayuntamientos y también de politicos y familiares directos de los mismos.
Debemos innovar pero lo que más inquieta los especialistas es que esta tendencia se acompaña de cada vez más efectos adversos, muchos de ellos prevenibles. Con el sistema de vigilancia que existe en España, se han identificado los errores más comunes en el uso: dosis excesiva, descripción errónea, utilización inapropiada en pacientes de riesgo, pasar por alto las interacciones con otros medicamentos – benzodiacepinas y otros sedantes-, administración o autoconsumo incorrecto y seguimiento inadecuado o insuficiente de los enfermeros.
Son muchas las estrategias puestas en marcha para mejorar su utilización, pero la pregunta elemental que queda en el aire: ¿ y si hicieran falta otros fármacos que fueran, como mínimo, igual de eficaces?. La doctora Pérez lo tiene muy claro: » Necesitamos innovar». Y añade en qué aspectos debería producirse esas mejoras, que no solo tendrían que fijarse en la formulación, sino en el desarrollo de dianas diferentes, es decir, de nuevas vías para atajar el dolor. En 2016, se describieron al menos dos de esas dianas, los receptores TRPV 4 y TRPA1. Pero el fármaco dirigido a ellos que desarrollaron en la universidad estadounidense Duke ni siquiera tiene a un nombre. La molécula se conoce como 16-8 y se ha aprobado en ratas, según se publicó en la revista Scientific Reports.
Paracetamol e ibuprofeno
También están en investigación fármacos de una familia llamada antiTNF y distintos agonistas -sustancias que provocan una reacción en las células- del receptor sigma. Se conocen como medicamentos biológicos porque proceden de un ser vivo -hongos y bacterias, entre otros- y ya se utilizan para enfermedades como la artritis reumatoide y la psoriasis, aunque tampoco están exentos de efectos secundarios: se relacionan con un mayor riesgo de tumores e infecciones.
El talón de Aquiles del tratamiento del dolor sería un remedio que mejorará en los dos aspectos que más preocupan de los opioides: la eficacia y la seguridad. Pero también se necesitan avances para algunos tipos de dolor específico. En concreto, apunta la doctora Pérez, para el neuropático y el visceral. El primero es una sensación o experiencia emocional desagradable asociada con una disfunción o lesión del sistema nervioso. El segundo tiene su origen en los órganos internos. Ambos resultan más difíciles de manejar que el dolor estándar y suponen todo un reto para los médicos.
Aunque los actores principales médicos o los analgésicos opioides, el enfermo no siempre requiere de estas sustancias. De hecho, son los analgesicos no opioides y los antiinflamatorios, para el dolor de moderado a intenso, los más utilizados y, de ellos, un par reinan sobre los demás: el paracetamol, en el primer grupo; y el ibuprofeno, en el segundo. Actúan inhibiendo la síntesis de las prostaglandinas, unas hormonas involucradas en el dolor que se encuentran en casi todos los tejidos.
Hígado a base de golpes
La utilización de ambos grupos terapéuticos ha aumentado a un ritmo frenético en los últimos años. En el informe aludido del Ministerio de Sanidad se observó que el consumo diario de analgesicos y antipireticos por cada mil habitantes se había triplicado: paso de 5,7 unidades en 1992 a 18,7 unidades en 2006. En cuanto a los antiinflamatorios, se multiplicó casi por dos, de 26, 3 a 45,8 unidades en el mismo periodo.
La tendencia continua: en 2015 los españoles nos gastamos solo en paracetamol 80 millones de euros. Es el segundo medicamento más vendido en nuestro país con 32 millones de envases. El ibuprofeno ocupa el sexto lugar con 18 millones de cajas. Se trata de principios activos muy populares pero no exentos de efectos secundarios. De hecho, el consumo regular de ibuprofeno se asocia a problemas cardíacos y el abuso del paracetamol tiene consecuencias negativas para el hígado. Puesto que se trata de fármacos de adquisición libre y suelen tomarse de forma crónica, sus secuelas son difíciles de controlar.
Dados los potenciales consumidores, la industria farmacéutica tiene mucho interés en desarrollar nuevos analgésicos. Para ello, bucea en el Génesis del dolor y en los mecanismos implicados en este variable síntoma. Y como sucede en otras áreas, cuanto más se sabe sobre el mismo, más queda en evidencia lo mucho que se ignora. Analgesia presenta una asignatura pendiente de la medicina.
Que ironía en el tratamiento postoperatorio maxilofacial
En concreto, en el Hospital publico de Mataró, ibuprofeno y paracetamol cada cuatro horas. No te preguntan en ningún momento si consumes de modo habitual estos medicamentos, no te preguntan ni por tu estado renal ni hepático y sin embargo, tras una intervención de moderada gravedad sin atención de un anestesista, te dicen por escrito que en siete días se recomienda no fumar, entre otros, pero si se puede consumir alcohol tras 24h. Per se estas medicaciones más el antibiótico que se ha de consumir para la correcta recuperación, alteran tanto hígado como riñones, resultado: puñetazos al hígado sin cesar.
Unidades del dolor en España
Según la Sociedad Española del Dolor (SED), las personas con dolor crónico disponen de 187 unidades especializadas para tratarse en nuestro país. Pero hay un problema: están saturadas.
Pero sin embargo los pacientes en lista de espera, a la cual el 85% nunca accederá, se les cita para suministrarles personalmente opiáceos y sus derivados, otros además. Lo verdaderamente indignante es que a estos pacientes no se les controla las dosis, no regulan el tratamiento del dolor porque no existe tal seguimiento por parte de los profesionales, y desde luego que en ningún caso debe tratarlo un médico familiar o enfermera. Estos pacientes sufren unos dolores inhumanos y no saben gestionar el cómo consumir estas medicaciones.
«Querido» placebo
¿Y si lo que duele no es la espalda, sino el cerebro?
Además de un nombre de mujer, Eva es un sistema para medir el dolor. Significa ‘ escala analógica visual’ y se trata de un método subjetivo en el que el paciente gradua de 1 a 10 la intensidad que siente. Sin embargo, no hay una forma precisa de calcular esa sensación, a pesar de su impacto en la calidad de vida.
Existen numerosos estudios que demuestran que los procesos cognitivos influyen en la percepción del dolor; el más estudiado es el efecto placebo. Se ha demostrado que pacientes cuya agonía era un tormento se sentían aliviados tras ingerir un comprimido de azúcar creyendo que era un potente analgésico.
La fuerza mental
Queda claro que el cerebro participa en la apreciación del dolor y lo modula. Tras un estudio de la investigadora Katja Wiech de la Universidad de Oxford, el concepto del dolor se ha ampliado y puede definirse como una » experiencia construida activamente», lo que tiene implicaciones todavía por descubrir en su tratamiento y prevención.
Se trata de un campo abierto al estudio, quería en paralelo al desarrollo de nuevos fármacos. «Estamos solo empezando a entender que el cerebro tiene la llave para encontrar nuevas formas de ayudar a los pacientes a conquistar su dolor», a veces, un placebo puede tener el mismo efecto que un fármaco convencional claro está.
En la cabecera de nuestra cama
Los calmantes del dolor son algunos de los fármacos más consumidos en España, país donde el 20% de la población padece dolor crónico ( cifra que se eleva al 84% en el caso de los ancianos. El paracetamol ocupa la segunda plaza en la clasificación, solo superada por el omeprazol, qué se utiliza contra la acidez de estómago.
Fuente: Bibliografía de Ciencia, Divulgación, Investigación e imagen Muy Interesante